4. Depresión

El Comité para la Prevención y Tratamiento de las Depresiones (PTD) define la depresión como un síndrome que agrupa síntomas somáticos y síntomas psíquicos en torno a un núcleo central, en el que encontramos la tristeza patológica, la pérdida de impulsos, el vacío, etc., que determina un estado de ánimo de tipo negativo característico. Esta alteración, puramente funcional, es reversible y puede ser recurrente.

El concepto de depresión recoge la presencia de síntomas afectivos (esfera de los sentimientos o emociones, como tristeza patológica, decaimiento, irritabilidad, sensación subjetiva de malestar e impotencia frente a las exigencias de la vida), aunque, en mayor o menor grado, siempre están también presentes síntomas de tipo cognitivo e incluso somático. Se podría hablar de una afectación global de la vida psíquica, haciendo especial énfasis en la esfera afectiva.

En las más recientes clasificaciones psiquiátricas (DSM-IV y CIE-10), los trastornos depresivos están clasificados dentro de los trastornos del estado de ánimo (DSM-IV) o trastornos del humor (afectivos) (CIE-10)

Es importante diferenciar entre una persona con un estado apático y una deprimida ya que el manejo de ambos trastornos es bastante diferente tanto farmacológica como psicológicamente.

Cuando una persona tiene problemas de memoria, y mentales en general, y además presenta síntomas de depresión, puede ser difícil diferenciar el problema primario. En algunos casos, los problemas de memoria pueden ser independientes de la demencia y mejorar con el tratamiento de la depresión.
Diversos estudios indican que la existencia de un ánimo depresivo es frecuente entre las personas con enfermedad de Alzheimer, mientras que el síndrome depresivo es mucho menos frecuente.

A medida que avanza la demencia, el diagnóstico de depresión se hace más difícil por las mayores dificultades en el lenguaje y en la comunicación, apatía, pérdida de peso y trastornos del sueño que aparecen como parte de la propia demencia.

No todas las personas con demencia tienen depresión; es frecuente su aparición en los inicios de la enfermedad, que puede relacionarse con la conciencia de enfermedad, es decir, darse cuenta de que ya no puede hacer las cosas como antes, que comete errores, que tiene olvidos frecuentes,… Pero otras personas son totalmente inconscientes de los problemas que sufren (lo que técnicamente se llama anosognosia), y puede que no sólo no presenten síntomas depresivos sino que incluso pueden estar más alegres de lo habitual.
En las etapas iniciales los síntomas más frecuentes son el llanto y la tristeza; y en fases moderadas prevalece más la labilidad emocional (risas o llantos inadecuados, desproporcionados, que pueden aparecer y desaparecer bruscamente).

Algunos síntomas como la pérdida de peso, el insomnio y la pérdida de interés son comunes a la depresión y a la propia demencia. Ante todo enfermo con deterioro cognitivo, siempre debe valorarse la posibilidad de una depresión, y descartar un “falso” deterioro cognitivo, lo que en otro tiempo se denominó “pseudodemencia depresiva”.

Es importante el tratamiento precoz. En las personas con deterioro cognitivo (que no demencia) y depresión, el tratamiento de esta última puede mejorar los síntomas cognitivos.

En los casos en que existen lesiones cerebrales que afectan a las zonas del cerebro que están relacionadas con el estado afectivo, pueden aparecer síntomas de depresión, pudiendo en algunos casos ser la depresión la combinación de la conciencia de enfermedad y la afectación de esas zonas del cerebro.

Los intentos de suicidio o ideas de autolisis, suelen ser frecuentes en episodios depresivos graves, pero es raro en las personas con la enfermedad de Alzheimer ya que ello exige una planificación del acto, y esta capacidad, generalmente, está alterada en personas con demencia; Toda persona con depresión, desmoralización y desánimo graves está en riesgo; tampoco escapa a ello una persona con demencia aunque sea menos frecuente. La familia debe tenerlo en cuenta e informar a su médico si cree que existe riesgo de que se produzca.

Recomendaciones

  • No insista constantemente en que se “anime”, en que “haga cosas”; esta insistencia puede hacer que la persona se siente incomprendida, que aumente sus sentimientos negativos y, por ende, aumentar la depresión.
  • Si se queja con frecuencia de malestar físico u otros problemas de salud, es importante tomar en serio sus palabras y prestarle atención.
  • Dar apoyo y procurar que no se aísle; puede que le moleste la presencia de mucha gente, pero eso no significa que alejemos a las personas para que no le moleste; el aislamiento es perjudicial tanto para la depresión como para la demencia.
  • Refuércelo positivamente, hágale ver lo importante y útil que es. Es importante que se sienta útil, que puede hacer cosas; pero hay que tener cuidado con las tareas que se le pide que realice: si son difíciles (el nivel de dificultad lo determinará usted en función de lo que usted sabe que puede hacer actualmente y no en función de lo que hacia “antes” de la aparición de la enfermedad) puede que no las pueda realizar bien, tenga sentimiento de fracaso y se desanime más; si son excesivamente simples puede afectar negativamente a su autoestima y aumentar la aparición de pensamientos negativos (“ya no sirvo para nada”, “mira que tontería estoy haciendo”,..) y por tanto aumentar la depresión.

El decidir usted, como cuidador, qué actividad puede o no puede hacer, en principio puede parecerle difícil pero sólo es cuestión de que se pare a pensarlo un momento y le transmita confianza y seguridad cuando se lo pida; no obstante, si usted tuviese dudas, los técnicos de nuestra Asociación están a disposición de los socios para asesorarles sobre qué actividades serían adecuadas.

  • Refuerce con palabras de ánimo lo que haga.
  • Evite palabras y tono de reproche, y no haga comentarios despectivos en su presencia; no le diga que “ya no puede hacer cosas”.
  • No hable con otras personas en su presencia como si no estuviese, no le ignore.
  • Procure no dejarle solo en casa, intente que esté siempre acompañado.
  • Mantenga conversaciones pero no le obligue a hablar continuamente si no quiere (ver el apartado de comunicación con el enfermo).
  • La persona con depresión y demencia, necesita sentirse querida, apoyada y comprendida.
  • Consulte con el médico cualquier duda o empeoramiento del estado de la persona enferma.

AFATE agradece a la Dr. Dª Lourdes Fernández López, psiquiatra, la revisión de los contenidos de este apartado.