La ansiedad puede definirse como una anticipación de un daño o desgracia futuros, acompañada de un sentimiento desagradable y/o síntomas físicos de tensión. Podríamos decir que la ansiedad es una señal de alerta o alarma, que advierte sobre un peligro inminente y que permite a la persona tomar las medidas necesarias para enfrentarse a esa amenaza.
La ansiedad, entendida como una sensación o estado emocional normal ante determinadas situaciones o como respuesta a diferentes situaciones cotidianas, no sólo es normal sino que es incluso deseable para el manejo de las exigencias del día a día. Tan sólo cuando se excede en intensidad o supera la capacidad adaptativa de la persona, es cuando pasa de algo “normal” a “patológico”, provocando en la persona que la padece malestar significativo con repercusión tanto en el aspecto físico como psicológico y conductual.
La ansiedad suele estar presente en las personas con demencia; en estos casos estas personas presentarán preocupaciones frecuentes sobre su futuro, su situación económica y su salud, así como sobre sucesos y actividades que previamente no eran estresantes. Un síntoma característico es el temor a quedarse solo en casa (que en algunos puede considerarse una fobia). Se pueden desarrollar otros temores: a los viajes, a la gente o a ciertas actividades como el baño y el aseo personal; pero también pueden ser una respuesta ante determinadas situaciones:
- Conciencia de pérdida de capacidades.
- Frustración ante una actividad que ya no puede realizar bien.
- Frustración al no entender lo que se le dice.
- Incapacidad de responder (no encuentra las palabras adecuadas para decir lo que quiere decir).
- Incapacidad para encontrar el objeto que está buscando.
- Cambios en su rutina habitual.
- Cambios en su entorno habitual (cambio de domicilio de forma temporal por viajes, vacaciones, etc.).
- Cambios de cuidador habitual.
- Aislamiento; uno de los aspectos que mayor deterioro cognitivo causa a la persona con demencia, es la carencia de vínculos: el estar todo el día solo, sin tener con quien hablar o relacionarse puede dar origen, además, a una depresión o a un trastorno depresivo-ansioso.
- Un dolor que no sepa o pueda manifestar: por ejemplo dolor de cabeza.
- Manifestación por no haber podido dormir bien.
- Es fácil que la persona enferma perciba tensiones familiares y que lo refleje en su propio sentir y comportamiento.
- A veces, cuando una persona con demencia tiene una infección de orina puede provocar que, de repente, la persona tenga un alto nivel de ansiedad y agitación, además de otras manifestaciones o pérdida de capacidades (consultar con su médico, ante la sospecha de que pueda existir una infección de orina).
- Efecto secundario de algunos medicamentos (consultar con su médico).
La ansiedad o “nerviosismo”, puede presentar distintos grados, desde sentimientos internos a manifestaciones corporales y puede conducir a episodios de agitación. La persona con demencia puede estar algo excitada, o muy excitada, y ser incapaz de dar explicaciones sobre las causas de su estado o sólo dar explicaciones confusas.
El nerviosismo que conduce a la agitación puede ser el resultado de repetidas frustraciones y reacciones catastróficas. De ahí la importancia de determinar las causas de esa ansiedad o nerviosismo, pero en ocasiones no es fácil determinar la causa de la ansiedad del enfermo y, como se comento anteriormente, en muchos casos el propio enfermo tiene dificultad para expresarla.
Cuando existe ansiedad, es importante reducir la estimulación excesiva, los ruidos y los cambios. En otras palabras, se trata de eliminar todo lo que le pueda confundir o provocar estrés.
Recomendaciones
- Evitar las situaciones tensas y las discusiones. Tener presente que incluso los enfermos más avanzados tienen capacidad de percibir y participar del humor de las personas que les rodean, si la situación es tensa, también la sufrirán.
- Suprimir excitantes como el café, té, colas, etc.
- Intentar encontrar cuál es el motivo de su angustia o ansiedad.
- No dejarle solo si sabemos que esto le provocará ansiedad.
- Responder con afecto, y procure no intentar que el enfermo razone para que comprenda que sus sentimientos de ansiedad son infundados.
- Dar seguridad y apoyo siempre que lo solicite.
- Simplificar el entorno en que vive el enfermo, hacerle su vida más fácil.
- Tener la casa siempre bien iluminada.
- Recuerde que usted, sin querer, puede transmitirle ansiedad o nerviosismo si usted también lo está.
- Consultar al médico cualquier variación en su estado anímico.
AFATE agradece a la Dr. Dª Lourdes Fernández López, psiquiatra, la revisión de los contenidos de este apartado.