12. Desinhibición – lenguaje soez – insultos

Los cambios en la actividad sexual de los enfermos pueden adoptar distintas formas. En general, el fenómeno más frecuente es una disminución del impulso e interés sexual. Otros enfermos pueden presentar fases de un incremento moderado o marcado de la actividad sexual. Las agresiones sexuales son raras en los casos de demencia.

Por lo general, los trastornos del comportamiento relacionados con el sexo, o con la exposición del cuerpo, tienen que ver con la falta de memoria y con la incapacidad de realizar una evaluación crítica del entorno. Al faltar la capacidad de crítica, los enfermos se desabrochan la ropa para orinar sin darse cuenta de que no están en el baño, o se quitan simplemente la ropa “por que les molesta”. No tienen en cuenta las normas impuestas por la sociedad y por la misma razón, se producen los comentarios inadecuados, el abuso de palabrotas y frases de contenido sexual, que son igualmente, muy incómodas para la familia.

Hay conductas que tienen lugar dentro de la “lógica” del enfermo (se desnuda porque tiene calor o porque le molesta), mientras que otras conductas son el resultado de diversas combinaciones de alteraciones cerebrales en los sistemas que regulan la conducta sexual.

Recomendaciones

  • Ante este tipo de conductas la tranquilidad es fundamental para evitar que se desencadenen reacciones catastróficas y agresividad.
  • No ponerse nerviosos y actuar fríamente.
  • Aceptar estas conductas como algo propio de la enfermedad y no sentirse responsables de ellas.

Quejas e insultos contra el cuidador:

En un momento dado de la evolución de la enfermedad el enfermo puede requerir de cuidados continuados y supervisión en el seno del domicilio, en estos casos el enfermo puede aceptar la ayuda o reaccionar negativamente con quejas, insultos, agresividad y agitación.

Si el cuidador no sabe cómo comunicarse con la persona enferma, desconoce su enfermedad y no sabe manejar situaciones de conflicto, las quejas e insultos serán frecuentes y suponen para el cuidador una gran carga emocional.

Cuando este cuidador es una persona ajena a la familia y a la que expresamente se ha contratado para cuidarle, puede haber un rechazo aún mayor, al suponer su presencia la evidencia de que ha perdido su independencia. La conciencia de esta pérdida puede provocar reacciones de desadaptación. Si el enfermo reacciona negativamente se crea un conflicto, ya que por un lado no se le puede dejar solo, y por otro no acepta que una persona vaya, por ejemplo, a prepararle la comida o ayudarle en el aseo.

Ante la presencia del cuidador, el enfermo expresa recelo e insultos. En ocasiones se niega a que entre en casa. Puede acusarle de robos, y hacer lo posible para que salga del domicilio. El enfermo insiste en que no quiere extraños en casa, y en que ya se las arregla sin que nadie le dé órdenes.

El conflicto planteado no es fácil de resolver rápidamente, ya que la situación del enfermo y las posibilidades de la familia pueden ir en direcciones opuestas. Para evitar problemas, conviene que el enfermo conozca poco a poco al cuidador. Si el enfermo va cogiendo confianza con el cuidador y lo ve frecuentemente como uno más de la familia, es fácil que lo acepte. Generalmente, el enfermo acaba aceptando al cuidador.

AFATE agradece a la Dr. Dª Lourdes Fernández López, psiquiatra, la revisión de los contenidos de este apartado.